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Homenajeada en la novela de Víctor Hugo, la catedral de Notre Dame es un símbolo esencial de París por su belleza arquitectónica y por los acontecimientos de los que ha sido testigo.
Construida en el siglo XIII por iniciativa de Sully, obispo de París, las obras se alargaron más de dos siglos para poder presentar una catedral dedicada a la madre de Jesús, de ahí las numerosas representaciones de la Virgen en las vidrieras, las esculturas y las pinturas. Se trata de una de las mayores catedrales de la época, realmente imponente gracias a los dos rosetones de 13 metros de diámetro, las gárgolas, las torres y agujas, sin olvidar las gigantescas campanas. Durante el siglo XIX la catedral sufrió una reforma importante y muy controvertida, dirigida por el arquitecto Viollet-le-Duc, para quien “restaurar un edificio no es mantenerlo, repararlo o rehacerlo, es restituirlo a un estado completo que quizás no haya existido nunca”. A él debemos la imponente aguja de Notre-Dame y las numerosas estatuas gesticulantes creadas para sumergirse en el ambiente de la Edad Media. El punto culminante del espectáculo sigue siendo la vista panorámica de la ciudad desde una de las dos torres de la catedral.
Se trata de uno de los monumentos más visitados de París, ocupa un lugar central en la historia de Francia y está situado muy cerca del Hotel Parc Saint Séverin. Como subrayaba el historiador Michelet "Notre Dame es en sí misma un libro de historia”. Efectivamente, en ella se desarrollaron acontecimientos políticos y religiosos clave, como la proclamación de Napoleón I como emperador en 1804 o los funerales del rey San Luis, Sadi Carnot y Mitterrand. También aquí, Enrique IV se convirtió al catolicismo, y en 1944 se celebró la liberación de París con el canto del Te Deum. Igualmente, Notre Dame de París es el escenario de la novela del mismo nombre de Víctor Hugo, que exalta el esplendor del monumento a través de las aventuras de Quasimodo y Esmeralda.